Pero primero buscar, leer, pensar, googlear, volver a leer. Pensar y pensar mucho. Pensar hasta poder comprender lo que es el corazón. Ponerlo bajo prueba, romperlo para ver qué es lo que se acaba de romper. Mirarlo mientras está roto, limpiar la sangre de la ropa, de los cedés, de las canciones. Evitar comedias románticas, o utilizar luego un desengrasante. Usar el chorro de tinta roja para escribir chorradas. Dejarlo cicatrizar, de vez en cuando rascar la cicatríz. Poner la mano en el pecho y sentir que todos los nudos son sólo de contracturas, ni uno impide respirar. Saber que se está ante un sentimiento, y que la verdad es que es más probable que la ciencia encuentre una explicación antes que la filosofía. Gran exposición al alcohol, a la lluvia, a dormir, a las risas, a la vuelta a antiguos hábitos. Abrir la boca del alma y meterle una cucharada sopera de vinagre. Claro que el alma no tiene boca, excepto si sos ventrilocuo. Las cosas que no se tocan normalmente son las más fuertes. Darse cuenta que todo es biología, y mas abajo química, y mas abajo física, y mas abajo matemática.
Buscar vanidad en el diccionario, aplicarlo un poco a la vida regular. Repetir con orgullo. Si todo lo anterior no funciona, arremangarse y salir es la solución más simple (aunque no lo parezca).
Buscar una piedra y patearla, buscar otra y tropezar, buscar otra y meterla en el bolsillo.
Repetir todo lo anterior salteando algún paso, y riendo, sobre todo: riendo.
Para Carlita (que espero que lo tome como es: optimista)
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