Bichito e lú

Días tras días, el sol se apila sobre la ventana. A mi me preocupa que, entre tanta calma, se me olviden cosas importantes, como respirar tal vez. A mi me preocupa que entre tanta calma. De vez en cuando limpio los vidrios para evitar que la pila de soles los astille. De vez en cuando te olvido por motivos similares. Veo el azul y espero tu nariz, poco importa si es de frío realmente, pero Discépolo sí lo hacía.

Hay veces en que, luego de levantarme, el despurgue de la pileta del baño te lleva. Otras veces me durás hasta después del café. De todas maneras siempre me deshago de vos durante el día. El atardecer siempre trata de traerte de vuelta. El sol se va llevándose tu ausencia. Yo lo insulto, siempre lo odié y no es culpa tuya. Prefiero la noche o la lluvia, aunque admito que este sol debe estar. Tanto como debe estar esta distancia, esos cabellos y aquellos pop-up's de páginas web.

Algunas mañanas comienzan cerca de las 14:00. Entonces me doy cuenta que ese día vendrás mas temprano o no te irás. Tal vez me meta al baño y te enrede en alguna canción. Si sos algo agradable algunos días es gracias a ellas. A mi lista de quince melodías melosas y una canción desesperada. Al dudoso azar del random cíclico de mi winamp.

Algunas noches no tendrían que durar tanto. Te entiendo perfectamente si mi aburrimiento te parece hostil, pero no me lo digas a mi. Es él quien me obliga y yo...

Yo te persigo, me escondo bajo tu cama y soy la sombra que pasa a tus espaldas mientras enfrentás al espejo. A veces logro darte un buen escalofrío. Te miro. Sonrío. Corro tus sillas cuando apagás la luz, hago que las maderas crujan. Solo espero que pierdas la cordura, o tal vez el loco sea yo (No es algo en lo que piense).

Te peino mientras dormís. Deberías saber que tu pelo no me gusta, pero tu cabello suena tan artificial que elijo quedarme con tu pelo. Ya te estarás figurando por qué te cuesta encontrar tus pantuflas a la mañana o por qué te despertás de golpe cuando estás soñando con alguien más (sólo si decís su nombre en voz alta). Perdoná que insista, yo creo que es tu shampoo, de ahí que te dure tan poco. Tu crema de enjuague no la tiro porque soy así de incrédulo, que me convencen las publicidades de la palomita. No, la ubicación de las frazadas no es mi culpa, algunos días me canso de taparte. Que no escuches el despertador sí es mi culpa, pero adoro tu desprotección onírica.

A veces me siento a los pies de tu cama para que te lo creas. Luego el sol y mi fuga. Tengo que imaginar tu torpeza para encontrar las pantuflas, pero al menos no veo tu pelo. Huyo de tu ignorancia para volver a mi casa, sin salir de tu otra ignorancia. Apago las luces, me choco un par de sillas, acomodo mis chinelas inútilmente y trato de ignorar ciertos chirridos y dormir.

En la heladera te dejé una nota falsificando tu letra, «comprar una lapicera, comprar shampoo, cita en la peluquería a las». Tendría que haber dejado lo de la lapicera para lo último, te habrías dado cuenta igual.
Johnny R. Hopeful.

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