Johnny se iba preguntando así, mientras se tocaba el estómago para medir cuantos fideos echar al agua. Mejor sería aclarar que Johnny, como cualquier otro ser humano, no se puede tocar el estómago. Subió un poco la mano, se tocó un pulmón y encendió un cigarrillo. "Si sólo supiera donde está el corazón", se dijo Johnny escupiendo la primer pitada. Miró alrededor mientras se preguntaba si eso lo había dicho en voz alta, como si existieran posibilidades de que no esté solo.
- ¿Qué tan grande puede ser la alegría que puede causar algo predictivo, matemático, calculable?- Le preguntó Johnny al puñado de fideos que tenía en la mano derecha. Como la respuesta era obvia y el puñado de fideos era un puñado de fideos, no hubo respuesta.
- Lo suponía, me siento sofocado, amigos. Esto me está desesperando. - Los fideos no podían decir nada, Johnny los estaba apretando con violencia. Johnny escuchó el "crok" que estaba esperando y dejó caer los fideos en agua a cien grados.
El dolor que sentía dentro de él persistió hasta luego de comer. Al final se dió cuenta que no era hambre. Johnny asomó la cabeza en ese mundo (tomando prestadas sus palabras) y no la pudo recuperar por un período de tiempo no despreciable.
Varios años después y habiendo recorrido una función lineal que era algo como f(t) = A * sen(pi*t) tuvo su primer radiografía de pulmón, que le hizo entender que A estába mas relacionada con el cigarrillo que con el amor que creía sentir. Aveces basta con entender que hay cosas que está bien que uno las aprete fuerte, pero no las fuerce. Aveces, también, es mejor comprar fideos frescos.